La imagino sentada en la plaza de Aimens, Francia, mientras saborea uno de los macarrones que han dado fama, por generaciones, a la chocolatería de su familia. Su cuerpo se estremece por un segundo tras leer un verso de Guillaume Apollinaire –”Mi boca tendrá ardores de averno, mi boca será para ti un infierno de dulzura…”–. Con su cabellera rubia al viento, prepara la clase de literatura que dará poco más tarde en el Lycée La Providence.

 

   Acaricia las portadas de los libros de los poetas que adora: Baudelaire, Verlaine, Rimbaud, Mallarmé… Espera poder contagiar ese entusiasmo a sus alumnos, quienes se estrenan en cuerpos adolescentes e historias de amor. Incluso la segunda de sus tres hijos, Laurence, asistirá como una estudiante más. Un grupo de palomas alza el vuelo e irrumpe sus pensamientos.

 

Procura mantener un equilibrio, conjugando sus dotes de maestra con la responsabilidad que atañe ser esposa de un juez. Tiene 39 años y la creencia de que su camino no tendrá sobresaltos. Se equivoca, conforme inicie el ciclo escolar y monte la obra L’arte della commedia, un joven quinceañero –pero con una inteligencia y una agudeza de espíritu envidiables– tocará su vida con un sentimiento tan solo experimentado en lecturas: pasión; durante un par de años con coqueteos infantiles, casi, hasta despertar una historia mayor. El padre de él, Emmanuel, intenta separarlos enviándolo a París; pero sólo aviva el fuego que comenzaba. ¿Imaginas cómo es el tiempo que transcurre lejos del ser amado? ¿En el que no se puede oír su voz, en el que no se puede gozar de su mirada? ¿No es pedir a un hombre que exista separado de su alma?, proclama con palabras del Marqués de Sade en sus oídos, mientras le hace una promesa: “regresaré para casarme contigo”.

Ella se ruboriza, mientras la sonrisa le brilla con la misma intensidad que la mirada. La poesía ahora se escribe en su piel, con acentos que ayudan a traspasar obstáculos. Quince años después de su primer encuentro celebran nupcias para fundirse en uno. Él se fortalece; ella rejuvenece. El destino aún les depara asombros mayores: el 7 de mayo de 2017 los franceses eligen como su nuevo presidente a Emmanuel Macron y él alza los brazos en señal de victoria con las manos entrelazadas a las de ella. En el abrazo que ya no oculta nada vuelve a escuchar, con tono íntimo: Je t’aime, Brigitte.

Ahora, ya instalada en el Palacio del Eliseo como primera dama, hace lucir una exquisitez que trasciende su edad en cumbres internacionales y actos protocolarios, donde brilla con luz propia. Seguro del vínculo pasión-inteligencia que lo conquistó, Emmanuel Macron ya ha declarado con total certeza que formalizará su puesto, porque, aunque Brigitte no reciba remuneración alguna, su voz cuenta.