Como un capítulo más de lo que se conoce como la trama rusa, el abogado y ex director del Buró Federal de Investigaciones (FBI) afirmó de manera contundente que Rusia sí intentó intervenir en las pasadas elecciones presidenciales de su país y que su despido ocurrió tras la solicitud de Donald Trump de que “dejara pasar las pesquisas”, que hacían evidente la conexión entre su campaña y Moscú, como “muestra de lealtad”.
Comey, quien destaca por una trayectoria que se presume de independencia e integridad, fue designado por el ex presidente Barack Obama al frente del FBI, en 2013, para un periodo de diez años. Sin embargo, justo a los dos meses de que Donald Trump se convirtiera en el presidente número 45 de Estados Unidos, James Comey asumió una posición de controversia ante la nueva administración, por su reporte ante el mismo Comité de Inteligencia, el pasado 20 de marzo.
Habían pasado sólo unos días de la renuncia, a solicitud del propio Trump, de quien fuera su asesor nacional de seguridad, Michael Flynn –por no haber informado con oportunidad al vicepresidente Mike Pence sobre sus conversaciones con el embajador de Rusia en Washington, durante el crucial periodo de transición presidencial–, cuando Comey echaba más leña al fuego, al informar que el FBI investigaba si miembros del equipo de campaña de Trump habían conspirado con Rusia para influenciar en las elecciones. En el proceso inquisitorial, salía a relucir también el nuevo fiscal general Jeff Sessions, quien, después de ello, recibió una ola de críticas que lo obligaron a anunciar, públicamente, que se mantendría alejado de dicha investigación.
Pero esa supuesta tranquilidad le duraría poco a Comey y a su equipo. El 9 de mayo, por recomendación del propio Sessions y de manera inesperada, Donald Trump lo despedía del FBI, indicando en un comunicado de la Casa Blanca: “Es esencial que encontremos un nuevo liderazgo para el FBI, que restablezca la confianza del público”.
El magnante devenido en presidente de una de las naciones más poderosas del orbe, pensó quizá, erróneamente, que con ello acallaría las voces disidentes y podría seguir gobernando como en lo alto de su Torre Trump; pero los demócratas y gran parte del pueblo estadounidense renovaron sus preocupaciones acerca de una ya más clara obstrucción. En vez de silencio, tuvieron que designar a un fiscal especial, Robert Muller, y escuchar hoy en una sesión en vivo, junto con los medios de todo el mundo, a James Comey afirmando que el gobierno de Trump vertió “simple y llanamente mentiras”, para justificar su despido. Días antes de celebrarse las elecciones presidenciales en Estados Unidos, Comey sacaba a la luz un nuevo lote de mails controversiales de Hillary Clinton, quien, a pesar de que en ese momento aventajaba a su oponente, perdería en las urnas.
Hace un par de días, los legisladores demócratas Brad Sherman y Al Green presentaron ante la Cámara Baja un recurso que promueve la destitución del presidente estadounidense. Lo acusa de obstruir las investigaciones en torno a la interferencia rusa en la campaña presidencial de 2016. Al mismo tiempo, el hijo del presidente, Donald Trump Jr., ha reconocido, después de negarlo sistemáticamente, que se reunió con la abogada rusa Natalia Veselnitskaya durante la campaña. al parecer para recibir información del gobierno ruso que sería perjudicial para la entonces también candidata Hillary Clinton.
¿Podrá repetirse el llamado efecto Comey para dar lugar al impeachment? El deseo, casi universal, de destituir a Trump como presidente, podría hacer del #Impeachment un trending en el medio favorito de Trump: el twitter, permanezcamos atentos… ¿lo veremos?
Por: Martha Patricia Montero