Era 1994. Kevin Mitnick había alcanzado el nivel de leyenda negra, capaz de poner en jaque a cuanto sistema informático gubernamental, empresarial o bancario cayera en sus manos. Sabía lo que era estar tras las rejas por violar códigos de seguridad y de él se contaba que a los 16 años de edad había roto la barrera informática de su escuela “sólo para ver qué encontraba”. Pero  entonces cometió un grave error.

Aquella Navidad sería decisiva en la historia, ya que Mitnick intentaría penetrar la computadra de Tsutomu Shimomura, otro fenómeno cibernético, egresado de Caltech, hijo de un ganador del Nobel de Física y colaborador del  San Diego Supercomputer Center. Shimomura, a diferencia de Mitnick, era un hacker de “sombrero blanco”. Como en las películas de vaqueros, se encargaba de “aniquilar” a los “de sombrero negro”. Mitnick fue detenido en febrero de 1995.

En resumen, no todos los hackers son delincuentes cibernéticos. Ya desde 1984, lo dejaba en claro Steven Levy en su libro Hackers: Heroes of The Computer Revolution: “La ética hacker se resume en los conceptos de transparencia, comunicación igualitaria y descentralización”. Otra forma de disttinguir a unos y otros consisitía en llamar “crackers” a quienes habían apostado por la ilegalidad y la destrucción.

La historia del enfrentamiento entre Mitnick (hoy uno de los asesores de ciberseguridad más famosos y solicitados en el planeta) y Shimomoura (todo un rockstar en el mundo de los hackers cívicos) quedó plasmado en el libro Takedown: The Pursuit and Capture of America’s Most Wanted Computer Outlaw – By the Man Who Did It (1996), autoría del segundo, que luego se convirtió en la película Takedown (2000), dirigida por Joe Chapelle, conocido por haber dirigido series de TV como Fringe, The Wire o CSI: Miami.

Una definición certera de hacker de sombrero blanco, también llamado hacker cívico o hacker con valores éticos, es la que ofrecen Boris Caspio y Hugo Osorio (ellos mismos hackers cívicos mexicanos): “son ciudadanos que quieren cambiar la realidad a través de la tecnología”. En casos especiales, un hacker de este tipo también penetra sistemas a fin de detectar vulnerabilidades para reparar daños como robos de contraseñas u otro tipo de información personal.

HACKATHON: ENCUENTRO DE TECNO-TALENTO

¿Y cómo se puede lograr esto? Hoy día, muchos gobiernos promueven eventos llamados hackatones donde la ciudadanía “digitalizada” expone sus ideas y propone proyectos que casi siempre están relacionados con la tecnología: páginas web que facilitan el acceso a la información; aplicaciones que resuelven problemas cotidianos, etcétera.

Hace dos años, por ejemplo, el gobierno de la Ciudad de México llevó a cabo uno de los hackathones más grandes de América Latina. En este Hack-CDMX 2015 participaron 70 jóvenes que trabajaron en sus proyectos durante 48 horas. Uno de los proyectos ganadores fue el de In/Fracción, una aplicación que permite verificar que el proceso de infracciones de tránsito se lleve a cabo con transparencia y corrección.

Otro ejemplo exitoso es OAHACKA que se realizó en la ciudad de Oaxaca y el cual tuvo como propósito unir fuerzas gubernamentales y civiles a fin de solucionar problemas que afectan a la región. Una de las aplicaciones premiadas es “¡Ya llegó el agua!”, cuyo prototipo sirve para monitorear la distribución del vital líquido y notificar a la población sobre su suministro y su abastecimiento.

En el hacking cívico pueden participar programadores, científicos, diseñadores, educadores, emprendedores… Todas aquellas personas dispuestas a resolver problemas de una comunidad dada. La característica principal de un hacker cívico es tener buena voluntad para así ganarse la confianza de las mayorías ciudadanas.