Una de las miradas más sublimes y loadas del cine actual, el director austriaco (si bien nacido en Alemania) de 75 años de edad habla de su más reciente trabajo: Happy End, una sátira demoledora contraria a su título.

Aunque empezó a filmar en 1989, Michael Haneke (Múnich, 23 de marzo de 1942) cobró verdadera notoriedad en 2005 cuando obtuvo el premio a la Mejor Dirección por Caché en el Festival de Cine de Cannes; posteriormente, fue reconocido con la Palma de Oro en la edición número 62 del mismo festival por Das Weiße Band, premio que volvería a ganar tres años después —en mayo de 2012—, con Amour, que además obtuvo el Óscar como Mejor Película Extranjera en 2013 y le otorgó a su protagonista, la hoy fallecida Emmanuelle Riva, premios como el BAFTA, el César y varios reconocimientos más de la crítica.

Esta última película muestra a Anne (Emmanuelle Riva) y Georges (Jean-Louis Trintignant), una pareja de profesores de música retirados. Luego de que ella es sometida a una cirugía que le provoca una hemiplejia, el marido se ve obligado a cuidarla, como una mujer que ya no es capaz de valerse por sí misma y que ha perdido el interés por vivir.

Para muchos, el más reciente trabajo del cineasta que recibió el Premio Príncipe de Asturias en 2013, Happy End, es precisamente una continuación temática de Amour, ya que vuelve a enfocarse en una familia burguesa disfuncional, aunque ahora la crisis de los refugiados en Europa es el telón de fondo. La cinta es protagonizada por un elenco mayoritariamente francés que incluye a Jean-Louis Trintignant, Isabelle Huppert, Mathieu Kassaovitz y la pequeña Fantine Harduin.

Happy End se estrenó en el Festival de Cannes el año pasado, pero de este lado del mundo tuvo su premiere en el Festival Internacional de Cine de Toronto (TIFF), donde BLACK pudo charlar con el realizador.

NADA DE FINALES FELICES

BLACK: Se ha dicho que Happy End es una continuación de Amour. Mientras filmaba esta última, ¿pensaba ya escribir Happy End?

Michael Haneke: No. Después de Amour escribí otra película, pero no me convenció, así que me dediqué a escribir de nuevo. Normalmente hacer un guión me lleva dos o tres años, pero este me llevó cinco, porque desperdicié tres en esa otra película que nunca se materializó, así que mejor la dejé ir y me dediqué a Happy End.

Amour la escribí basado en una experiencia personal, y podría decirse que Happy End es una consecuencia de que quería seguir hablando del mismo tema, pero de manera diferente. Podría verse como una referencia, pero esa no era mi intención al redactar el guión.

BLACK: ¿Cómo suele ser su proceso para escribir?

Michael: Suelo unir a los personajes y sus rasgos, mientras construyo la trama. Los diálogos tienen que ser consecuencia de la personalidad de estos, pero en mi caso es más complicado porque me gusta que digan cosas muy simples, nada que cree suspenso… así que tiene su ciencia. 

Pero en realidad no tengo un sistema; cada película la trabajo de manera diferente. Eso sí, lo que siempre hago primero es contar con una estructura para tener claro el objetivo de hacia dónde voy. Si lo hago al revés, puedo escribir de más y no resultar interesante para el público. Diría que mi método principal consiste en que me gusta decir lo menos posible para que el espectador utilice su imaginación.

BLACK: ¿Cómo concibió la historia que plasma en Happy End?

Michael: Me interesaba mucho el rol que tienen hoy las redes sociales en nuestra vida; esto está representado en cómo la mamá de la niña es envenenada y el hecho llega a la red. Internet parece haber sustituido el papel que alguna vez tuvo la Iglesia. Esta niña publica sus acciones en línea, y no creo que para ser reconocida o famosa, pues es muy riesgoso; en este caso lo importante era que ella decide publicar un acto criminal: envenenar a un familiar —cosa que desafortunadamente no es inusual en nuestro mundo—, aun bajo riesgo de ser atrapada. Hay un deseo oculto de ser descubierta.

“Me gusta decir lo menos posible para que el espectador utilice su imaginación”

OTRA FORMA DE COMUNICAR

BLACK: ¿Esa confesión puede tener entonces otro paralelismo con una confesión religiosa?

Michael: Exactamente. El hecho de que lo publique es un indicio del aspecto religioso, es una confesión; y eso es determinante. Este caso además fue verídico, no lo inventé yo; lo leí hace unos años en el periódico: una niña de 14 años en Japón fue envenenando a su mamá durante semanas y fue publicando el desarrollo en la red.

BLACK: ¿Podría hablarnos sobre el inicio de la película? Me llama la atención que sea a través de un teléfono celular. Además de que usted vuelve a emplear la perspectiva del celular en varias escenas.

Michael: Sí. Considero que en el mundo actual no podemos evadirlo. Estos instrumentos han influido indescriptiblemente en nuestra vida cotidiana; además, todas las personas hoy en día poseen este aparato. Gadgets, celulares, son instrumentos que se han vuelto ya parte de la vida cotidiana, por eso era inevitable que estuvieran presentes en la película.

BLACK: ¿Cuál es su propia relación con estos gadgets y el hecho de que ahora nos comuniquemos sobre todo mediante aparatos?

Michael: Yo no uso aplicaciones como Snapchat o Instagram, pero sí uso el celular como medio de comunicación, ya que en el ámbito profesional se ha vuelto indispensable; no podría rehusarme a hacerlo. Suelo escribir mis correos electrónicos y hablar por teléfono mediante el celular, pero a la vez no estoy juzgando a quienes los utilizan para más.

Si quería representar una aproximación certera de la realidad, era imposible no emplear celulares. Al mismo tiempo me impresiona cómo el celular ha cambiado radicalmente nuestra vida cotidiana y nuestra manera de comunicarnos, pues lo ha hecho como nunca antes un invento en la historia. Si hablamos incluso de la imprenta, esta necesitó un siglo para expandirse con vehemencia a cada rincón del mundo. En cambio, en sólo 15 años el mundo ha cambiado por completo con los celulares. Esto no puede ser ignorado. 

BLACK: ¿Por qué elige filmar escenas tan largas, casi planos secuencia?

Michael: Depende de las situaciones, pero siempre procuro encontrar la manera correcta de filmar cada escena. En este caso, por ejemplo, uno de los personajes recibe una golpiza; quise filmarla casi en tiempo real para poder percibir la humillación de este hombre.

BLACK: ¿Cómo eligió a la niña, Fantine Harduin? Sin duda es uno de los grandes atributos de esta película.

Michael: Hice muchos castings y cuando encontré a Fantine Harduin estuve seguro de que era la indicada; su sensibilidad y talento son innegables.

“Internet parece haber sustituido el papel que alguna vez tuvo la Iglesia”

BLACK: ¿Cuál suele ser su método de trabajo?

Michael: Primero hago un story board y suelo ser muy estricto para apegarme a él. He trabajado con el mismo cinematógrafo (Christian Berger) y la misma editora (Monika Willi) en varias de mis películas, así que respecto a estos puntos técnicos ya saben lo que deseo. Esa es la manera en la que siento que protejo mi trabajo; aunque es claro que puede tener fallas, pero al menos no técnicas.

BLACK: Leí que tuvo muchos problemas para filmar esa poderosa escena final de Happy End, ¿por qué?

Michael: La principal dificultad radicó en que por continuidad debíamos tener el mismo clima y el mismo nivel del mar; y a veces se nublaba y a veces no. Y como la marea alta solo duraba una hora y media, más o menos, eso significó que teníamos, cada día, solo una hora y media para grabar esa escena. Por eso al final necesitamos tres días.

BLACK: ¿Qué le gustaría seguir llevando a la pantalla?

Michael: Las cosas que me interesan. No se trata de un tema en específico, sino de aquellos que me conmuevan, que signifiquen algo para mí. Eso es lo que catapulta un proceso mental en mí, aquello que, poco a poco, se va convirtiendo en una película.