La Bienal de Arquitectura de Venecia cumple 15 ediciones y en esta ocasión es presidida por Alejandro Aravena, el arquitecto chileno recientemente galardonado con el Pritzker. Reconocido por sus aportaciones a la arquitectura social, Aravena presenta una manifestación artística en la que el tema central se enfoca en mejorar la calidad de vida de los grupos más vulnerables.
Por Berenice González Durand
Una anciana caminaba por el desierto con una escalera, de pronto se detuvo y se subió en ella. Se trataba de la arqueóloga alemana Maria Reiche, quien estudiaba las líneas de Nazca, en Perú. Al nivel del suelo era imposible observar los misteriosos “tatuajes” plasmados en él, pero tres metros por encima del ras de la tierra se empezaban a vislumbrar las formas de un pájaro, una flor o un jaguar. Esta es la historia de la imagen impresa en el cártel promocional de la 15ª edición de la Bienal de Arquitectura de Venecia, que se exhibe desde el 28 de mayo hasta el 27 de noviembre. La anécdota conecta a la perfección con el eje rector de la magna muestra: Ofrecer innovadoras propuestas en los espacios para mejorar la calidad de vida de los grupos más vulnerables, uno de los grandes desafíos de la arquitectura contemporánea.
Arquitectura para todos
Alejandro Aravena (Santiago, 1967), galardonado recientemente con el Premio Pritzker de Arquitectura 2016, fue el director seleccionado para esta edición de la Bienal. El arquitecto chileno, reconocido por sus aportaciones en arquitectura social, señala que dada la complejidad y variedad de desafíos que tiene la arquitectura en la actualidad, se buscó seleccionar nuevos puntos de vista, los de aquellos que han sido capaces de obtener cierta perspectiva y, en consecuencia, están en posición de compartir sus conocimientos y experiencias con los que viven “de pie en el suelo”.
“Creemos que el avance de la arquitectura no es un objetivo en sí mismo, sino una forma de mejorar la calidad de vida de las personas”, señala Aravena para quien esto significa que el entorno construido a nuestro alrededor es un esfuerzo que se debe gestar a través de diferentes trincheras: desde las necesidades más cotidianas hasta lograr el respeto del bien común según la expansión de fronteras que vive el mundo en la actualidad.
El nombre que se ideó para esta edición es “Reportando desde el frente”. La idea curatorial, según explica Aravena, es mostrar el trabajo de arquitectos, que como en un campo de batalla, están escudriñando en el horizonte en busca de nuevas estrategias para abordar problemas como segregación, desigualdad social, desastres naturales, escasez de vivienda, migración, delincuencia, tráfico y contaminación, entre otros retos que deben enfrentar principalmente los grupos más vulnerables.
Para el “combate”, los arquitectos deben ser aún más audaces y creativos con el fin de adaptar sus proyectos a las limitantes económicas que generalmente tienen este tipo de proyectos. Es aquí donde se combina un juego de valentía, creatividad y sentido común. Aravena critica fuertemente “los proyectos sociales” que dicen serlo y en realidad no representan ningún beneficio común, según la acepción más básica de arquitectura social, sino que simplemente son “proyectos banales, mediocres y aburridos”, en los que la avaricia y la burocracia de quienes los pactan, sólo producen viviendas de mala calidad y llenas de limitaciones que lo único que hacen es aumentar la vulnerabilidad de quienes las habitan.
(Más en BLACK 8.34, julio-septiembre 2016)