En México, cerca de un millón de usuarios ya se acostumbraron a encender su smartphone y, a través de un clic, pedir servicio de transporte para llegar de un lugar a otro. Uber llegó al país en 2013 como una nueva alternativa para moverse en la ciudad a través de una plataforma que conecta a los usuarios con choferes privados.
Recibimos la plataforma apenas hace dos años; sin embargo, la historia de esta compañía de tecnología (su nombre oficial es Uber Technologies) comenzó cinco atrás, en marzo de 2009, en San Francisco. Desde una pequeña oficina con tan sólo cuatro empleados, Uber se desarrolló hasta hoy tener presencia en 63 países alrededor del mundo y un valor de 50 mil millones de dólares.
El crecimiento de esta compañía ha posicionado a Travis Kalanick, CEO y cofundador de la empresa, en varias listas de los hombres de negocios más relevantes de Estados Unidos. Ocupa, por ejemplo, el cuarto lugar del ranking Los emprendedores estadounidenses más ricos por debajo de los 40 años 2015, de la revista Forbes de ese país. Pero Kalanick no siempre se codeaba con los grandes. Tuvo que aprender de sus propios fracasos para llegar hasta donde está, tomando difíciles decisiones en su momento. Y todavía le cuesta trabajo ubicarse como un financiero brillantemente exitoso.
GOLPES QUE DA LA VIDA
A unos meses de graduarse, Kalanick dejó sus estudios de ingeniería en la Universidad de California, Los Ángeles (UCLA), en 1998, para emprender su primer negocio junto con otros compañeros. Scour Inc., era una plataforma multimedia especializada en la búsqueda de archivos y Scour Exchange se dedicaba a enviar y recibir archivos de todo tipo. Con esta primera prueba, Kalanick comenzó a enfrentarse con los problemas del mundo de los negocios. Fue una lección dura.
El primer derechazo lo recibió por parte de uno de sus inversionistas, Michael Ovitz, cofundador de la agencia de talentos CAA, cuando, como estrategia de negocios, lo demandó por buscar a otros inversionistas. El problema se solucionó manteniendo a Ovitz como su principal inversionista. Pero aún faltaba un golpe mucho más fuerte. Tan fuerte, incluso, que llevó a la compañía a anunciar su quiebra legal.
Mediante Scour Exchange, los usuarios intercambiaban una enorme cantidad de archivos de música, video y películas, de manera gratuita. Los dueños de las grandes disqueras y productoras no estaban nada contentos con esto. Entonces, la empresa no se había hecho para esto, ni tenía el objetivo de comercializar con productos “prestados”; sin embargo, la información se compartía de manera abierta entre los usuarios.
Scour Exchange recibió una demanda por parte de prácticamente cada productora y disquera. La multa implicaba el pago de 100 mil dólares por cada archivo compartido, lo que generó una ridícula suma de 250 mil millones de dólares. La cifra era impagable, y la única manera de salir de esta complicada situación era anunciar la quiebra de la compañía.
Kalanick estaba enojado, con toda razón. No es el tipo de hombre que se conforma con el fracaso, por lo que ya estaba ideando cuál sería su siguiente empresa. Buscaba lo que, en una conferencia de FailCon, que reúne a emprendedores para hablar sobre sus fracasos pasados, describió como “una compañía de venganza”. Su objetivo era lanzar una empresa donde las mismas personas que lo demandaron se convirtieran en sus inevitables clientes. Era un tema que tenía mucho que ver con el ego.
Tan sólo un año después, junto con su antiguo equipo de trabajo, el californiano lanzó Red Swoosh, otra plataforma para compartir contenido entre usuarios. La empresa no tuvo el éxito esperado. Llegó el punto en que sólo había dos ingenieros trabajando para ella, y uno de ellos era su fundador. Sin embargo, la perseverancia (o podría decirse que más bien fue el orgullo) no permitió a Kalanick dejar de intentar. Se mudó a casa de sus padres para reducir costos aún más, y desde ahí se empeñó en levantar su sueño.
Consiguió que el reconocido inversionista estadounidense Mark Cuban inyectara dinero en su proyecto para volver a armar un equipo de trabajo. Este empujón de confianza (y dinero) era lo que necesitaba. Finalmente, en 2007, Kalanick vendió la compañía por 23 millones de dólares a su competidor Akamai, según la revista FastCompany. “Cuando piensas que estás a punto de perder el juicio, es momento de seguir adelante”, dijo Kalanick a un grupo de estudiantes de la Universidad de California, durante una conferencia en octubre de 2015
LISTO PARA ALGO GRANDE
Kalanick ya había sufrido dos grandes demandas y ahora sumaba la venta de una compañía de manera exitosa. Tenía la experiencia, positiva y negativa, para formar algo que realmente impactara y revolucionara el mercado. Indudablemente, el momento para la llegada de Uber parecía prefabricado.
La idea comenzó con cuatro personas (entre ellas Kalanick) que querían ofrecer una alternativa para el servicio de taxis que había en San Francisco. Por eso, primero la compañía se llamaba UberCab. La intención era que a través de tu celular pudieras pedir un servicio de transporte, pero aún no estaba claro a qué público se iba a dirigir. Hubo más propuestas.
Junto con un grupo de amigos, Kalanick discutió cuál debía de ser el perfil de Uber. Alguien propuso que se enfocara en lujo: servicio de limusinas, helicópteros y aviones. Pero el cofundador tenía otra visión. Él quería crear algo de clase alta, pero también accesible. De este modo, muchas más personas podrían acceder al servicio por lo que crecería la demanda y, por supuesto, el negocio. Su idea fue la que prevaleció.
Más adelante, en 2010, el recién electo CEO volvió a enfrentar una demanda. En esta ocasión por parte de la ciudad de San Francisco, que lo acusaba de dar servicio de taxi sin los permisos necesarios. Uber de inmediato tomó cartas en el asunto y comenzó a regularizarse con las reglas estatales. Sucedió todo lo contario. La empresa eliminó el “cab” (taxi) de su nombre y se estableció como Uber Technologies, una compañía que conecta usuarios con choferes independientes.
UNA MENTE DISRUPTIVA
Quienes lo conocen de cerca describen a Kalanick como una persona que no puede dejar de pensar y generar ideas. Constantemente está en busca de una nueva compañía en la que pueda invertir o participar para llevarla de una pequeña propuesta a un gran negocio. Era muy común que hiciera reuniones en su casa, en San Francisco, para hablar sobre nuevos negocios y también ayudaba a otros a aterrizar lo que tenían en mente para generar algo realmente monetizable.
Kalanick se ha descrito como una persona enfocada en números. No se pierde en sueños fantásticos, más bien siempre regresa a la practicidad de las cosas y cómo una propuesta inteligente puede llevarlo a hacer negocios. Es un capitalista de corazón.
El mismo carácter que lo arrojó a producir grandes ideas también es motivo de controversia en los medios. Él prefiere no reparar demasiado en eso, y seguir adelante con su pasión de creador. En entrevista ha declarado que no tiene muy claro cuándo fue ese momento en el que se volvió mediático. “Como emprendedor uno está acostumbrado a decir lo que le viene a la mente sin ninguna repercusión. Pero, de pronto, con el crecimiento de tu empresa, uno también está en el ojo de todo el mundo y cualquier de tus comentario será juzgado”, indica Travis.
Kalanick está hoy valuado en 6 mil millones de dólares. Aun así, no se percibe en la grandes ligas de los negocios. Lo único que ve es que no ha logrado realmente establecerse en China y la India, donde hay un enorme mercado potencial. Su base se mantiene en el punto más bajo de su éxito y no en el más alto. Eso es lo que lo sigue empujando cada vez más hacia arriba y más lejos.
Por: Ximena Cassab
UPDATE: Kalanick renunció, hoy, 21 de junio de 2017, a solicitud de los inversionistas, al puesto de CEO de la startup que él mismo cofundó y a la que llevó a la cima. Si bien hace apenas una semana anunció que había pedido una licencia indefinida (en los medios se dijo que sería de tres meses) para afrontar el luto por la muerte de su madre en un accidente, su renuncia coincide con la entrega de un informe del exfiscal estadounidense Eric Holder acerca del estado de la empresa (la cual lo contrató para tal fin).
Así termina por ahora una temporada de escándalos para la firma con sede en San Francisco cuyo valor se calcula en 70 mil millones de dólares, que implica acusaciones de acoso sexual (entre ellas la de una ingeniera por parte de un alto ejecutivo), abusos laborales y discriminación.
El estilo de liderazgo de Travis había sido cuestionado anteriormente, pero esta vez nada permitió que el nombre de este serial entrepreneur, asociado al éxito y la innovación, bastara para calmar las agitadas aguas. Aunque muchos analistas opinan que su salida es un error que le costará aun más a Uber. Estemos atentos.
Por: Jorge M Mendoza Toraya
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