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Los periodistas Peter Baker y Amy Chozick ponen en jacque la credibilidad como estratega político de Hillary Clinton, la recién nombrada candidata oficial a la presidencia de los Estados Unidos por el Partido Demócrata…

Es la primera, y primera dama, en haber tenido una oficina en el ala oeste de la Casa Blanca. Intervino en decisiones políticas categóricas y se mantuvo estoica junto al ex presidente ante los peores escenarios, más que como pareja, como su gurú. Hillary tiene cola que le pisen, pero también capa que le honren.

TODO COMENZÓ ASÍ…

Una noche cuando trabajaba como abogada para la comisión Watergate en los 70, el jefe de Hillary Rodham, Bernard Nussbaum, la llevó a su casa. Al llegar, antes de bajarse del coche, Hillary le dijo que quería presentarle a su novio.

“Bernie, él va a ser presidente de los Estados Unidos”, aseveró.

Nussbaum, estresado por los tumultuosos tiempos que estaba viviendo, explotó de risa ante la ingenuidad de Hillary y contestó: “Hillary, eso es lo más tonto que he escuchado”.

Ella le contestó a gritos y lo insultó: “No sabes de lo que estás hablando!” Nussbaum recuerda que lo ofendió, y que Hillary se bajó del coche azotando la puerta y entró a su casa.

Resultó que Nussbaum estaba equivocado. Hillary siempre creyó que la vida la llevaría a la Casa Blanca y efectivamente, terminó casándose con aquel novio ambicioso: Bill Clinton. Ahora, Hillary busca regresar a la Casa Blanca, no como primera dama ni como compañera, sino bajo sus propias condiciones y reglas.

Lo que ha dejado de lado sobre sus años primerizos como primera dama son las experiencias desordenadas, a veces explosivas y torpes con los republicanos congresistas, y con los asistentes de la Casa Blanca. Se han publicado alrededor de seis mil páginas de entrevistas con más de 60 veteranos que trabajaron durante el mandato de Clinton, que describen a la perfección un retrato de la primera dama más equilibrado en cuanto a su habilidad política.

Esos años fueron de gran experiencia formativa para Hillary Clinton. Años caracterizados por su personalidad desafiante y arrogante, en los que evolucionó de ser una joven abogada obstinada y deslumbrada por su esposo, a ser una figura política ante los ojos de todos. Sobrevivió a las luchas de la reforma de salud y a Whitewater, y también a los políticos más experimentados de Washington.

LA OBSTINADA HILLARY

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Actualmente, con un mayor control de sí misma a los 68 años, no se reconocería a aquella mujer impulsiva e impredecible que hacía comentarios sarcásticos en reuniones privadas o en audiencias del congreso. Ahora, criticada por ser centrista y desafiada por la izquierda; antes Clinton era considerada como el susurro liberal para que su esposo resistiera al Tratado de Libre Comercio, de América del Norte y a la revisión proteccionista.

“Hoy, tiene mucha más pericia política que en 1993”, dijo Alan Blinder, economista de la Casa Blanca. “Creo que ha aprendido mucho. Es muy inteligente. Aprende rápido y sabe que ha cometido errores, y también sabe cómo no repetirlos más”.

Ningún presidente ha tenido una compañera como Hillary Rodham Clinton. Hillary asistía a las reuniones estratégicas de campaña en Little Rock, Arkansas. Después se convirtió en la primera y única primera dama en tener una oficina en la West Wing. Ella siempre ponía fin a las reuniones serpenteantes de su esposo y elaboró la estrategia de defensa contra el escándalo de Bill Clinton.

“Él carece de disciplina, tanto en su vida personal como en la toma de decisiones, a menos que alguien lo rescate”, observó Alice Ravlin, directora del presupuesto de la Casa Blanca. “Creo que una buena parte de su carrera (del ex presidente) se dio porque Hillary lo rescató al ser más decisiva y más disciplinada”.

Hillary era una fuerza independiente dentro de la Casa Blanca. Luchó sola por introducir la reforma de atención médica a la agenda presidencial y callaba a todos aquellos que pensaban que lo hacía mal. Era propensa a arranques de ira y gestó un fuerte resentimiento hacía Washington. Soportó una complicada relación con su esposo mujeriego. Y aún así, era ella quien canalizaba su energía y lo guiaba hacia el éxito, salvándolo de sí mismo.

“De vez en cuando estaba en estado crítico mostrando una gran rabieta temperamental”, dijo Nussbaum, quien fue el primer asesor de Bill Clinton. “Pero también era muy fuerte, y él la necesitaba desesperadamente. No creo que hubiera sido presidente si no fuera por ella”.

A pesar de haber explotado con Nussbaum, Hillary Clinton fue más que pragmática en sus cálculos sobre si su esposo estaba listo para lanzarse como presidente o no. Como gobernador de Arkansas, Bill Clinton consideró su candidatura a la presidencia en 1988, a los 42 años, pensando que sería una buena experiencia aun si perdiera. Su esposa no estuvo de acuerdo.

“Si te lanzas es para ganar”, una de las frases de Hillary, recordada por Kantor.

Ella consideró que 1988 no era el año para que Bill se lanzara.

“Creo que ella pensó que no estaba listo”, dijo Frank Greer, Media Strategist de la Casa Blanca.

Seguramente también habían otras razones. Bill Clinton se quejó con su amigo Peter Edelman de que el Senador Al Gore, de Tennessee, quien estaba trabajando en su campaña dentro del partido demócrata en 1988, “estaba esparciendo rumores de que Clinton tenía relaciones extramaritales”.

Otros ya los habían escuchado. Después de reunirse con Bill Clinton, Rivlin habló con Donna Shalala, una amiga mutua. Shalala coincidió que Clinton era “excelente político”, pero mencionó que “nunca llegaría a ser presidente de los Estados Unidos”. Cuando Rivlin preguntó por qué, Shalala contestó: “porque tiene un problema con las mujeres”.

En 1992, Hillary Clinton estaba convencida de que estaba listo y confrontó el “problema con las mujeres”, directamente con él en reuniones estratégicas.

“Tuvimos una reunión específicamente sobre este tema en la cual Hillary estuvo presente”, dijo Stanley Greenberg, su encuestador. “Les puedo asegurar que fue una reunión muy incómoda”, agregó. “Recuerdo que Hillary decía: ‘Obviamente, si pudiera decir que no a esto, lo haría, pero no se puede, así que sigamos y los que están, están’. Ella hablaba del tema tanto como él”.

Pero si muchos de los asistentes de la Casa Blanca se preocupaban por los devaneos de Bill Clinton, otros tantos se preocupaban por los de su esposa. Muchos se preguntaban si la personalidad emasculada de Bill Clinton era por causa de una esposa tan empoderada.

“Muchos encasillaban a Hillary”, dijo Susan Thomases, amiga cercana de la ex primera dama, quien trabajó en su campaña. “Tenía una personalidad tan fuerte que cientos de personas sentían que cuando estaban juntos, el carácter de ella lo debilitaba a él”.

Cuando llegó a la Casa Blanca, Hillary fue una primera dama distinta. Estaba a cargo de reformar la asistencia médica, y para ello buscó a un excelente asesor, Ira Magaziner, con quien trabajó en un elaborado y atrevido plan.

Sin embargo, sus esfuerzos a favor de una reforma para la asistencia médica y su involucramiento cada vez más fuerte en el gobierno y en el sector privado, se volvieron políticamente tóxicos y crearon una profunda división dentro de la Casa Blanca. Magaziner tenía una personalidad muy desdeñosa y pocos se atrevían a confrontar a la esposa del presidente.

Shalala, quien había sido nombrada Secretaria de Salud y Recursos Humanos, era una de las pocas que la confrontaban.

“Le dije a Hillary que esto iba a terminar en un desastre total y me contestó que sólo decía eso porque estaba celosa de no estar a cargo”, comenta Edelman, quien era asistente de Shalala.

Al final, los Clinton quedaron atónitos por el colapso de los esfuerzos del congreso, una derrota que acabó por ayudar al partido Republicano a retomar al poder en 1994.

LA NEGOCIACIÓN

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Tras el fiasco de la reforma de salud, Hillary Clinton “se retiró por un tiempo para curarse las heridas”, dice Galston. Cada vez se le veía menos en la West Wing, ya que empezó a viajar más y más.

Mostraba su influencia de manera más sutil. Convenció a su marido de nombrar a Madeleine Albright, la primera mujer en ser Secretaria de Estado, quien introdujo la trata de mujeres en Afganistán, dentro de la agenda política.

Pero el escándalo ya estaba presente en la Casa Blanca. Albright resistió en divulgar los archivos que mostraban la inversión fallida de la pareja sobre un acuerdo de tierras en Arkansas conocido como Whitewater, y reprendía a aquellas personas que la presionaban por publicar dicha información.

El fiscal independiente, Kenneth W. Starr, comenzó una investigación sobre si Bill Clinton había mentido bajo juramento sobre un amorío con la becaria Monica Lewinsky. Durante meses, el presidente negó dichas acusaciones y su esposa dijo públicamente que le creía. Aunque muchas otras personas no estaban seguras de la honestidad del otrora presidente.

“Gracias por apoyar al presidente», fue lo único que dijo Hillary. Yo no sé si ella sabía o no, pero creo que en ese momento ya sospechaba algo”, comenta Shalala.

Thomases explicó que Hillary Clinton estaba enfurecida con su marido cuando se enteró, pero que nunca consideró separarse. El camino hacia un poder más valioso, no lo perdería tan fácilmente.

“Si hubiera tenido una sartén en la mano estoy segura de que le hubiera pegado, pero no creo que haya contemplado la opción de separarse», dice Tomases.

En vez de eso, la primera dama se presentó en Capitol Hill para convencer y negociar con los demócratas que no se llevara a cabo una destitución. La crisis de Starr transformó la opinión pública de Hillary Clinton. Hoy las cifras de las encuestas están en la cima para ella.

Así empezó la carrera política de Hillary Clinton. Más de una década después, la visión de Hillary está puesta una vez más en la Casa Blanca.

Clinton va por la grande, siempre lo ha hecho. Es revolucionaria y osada. Confía en sus propuestas; como una de las más recientes y controvertidas que lanzó en el estado de Nevada en pro de los inmigrantes. Ella pidió: «Una vía completa e igualitaria a la ciudadanía. No podemos esperar más. Nadie apoya una medida similar. Darle a 11 millones de indocumentados la ciudadanía estadounidense».

Imagina lo que pensaría Nussbaum si esto hubiera ocurrido en los años 70.