Para actuar no solo es necesaria la vocación, la constancia, el empuje y el talento, también hay que tener el espíritu de lucha, el temple para la desilusión, el plan alternativo, y suerte, en mayor o menor medida, además de las conexiones y la disponibilidad… Sí, así lo piensa, lo siente y lo repite Regina King.
Re, “La Reina” o Regina Rey, según algunos de los sobrenombres que tenía en la escuela, se muestra muy franca al entablar la conversación respecto de lo que ha sucedido con ella en los últimos dos años, sobre todo gracias a su participación en el filme de Barry Jenkins, If Beale Street Could Talk (2018), en donde personificó a Sharon Rivers, una madre atribulada y contrariada por los problemas de su hija, y cuyo desempeño la puso en el radar del Globo de Oro 2019 (lo ganó como Mejor Actriz de Reparto), y, máxima rival de la mexicana Marina de Tavira y la estadounidense Amy Adams en el mismo rubro, la convirtió en la primera premiada de la reciente entrega del Oscar.
“Adoro esta experiencia, no solo del Oscar y del Globo de Oro, sino la conversación que se genera en redes sociales por una película, un tema, un trabajo, una actriz en tu misma categoría. Me gusta la gente respetuosa y con un criterio firme y bien sostenido. Disfruto que haya charla sobre cine, sobre actuación, porque, sí, creo que para ser actriz no sólo necesitas talento, sino que son muchos factores, como estar en el tiempo y en el lugar adecuados, estar presente, no desilusionarse por no tener un llamado de regreso, ser muy necia, testaruda, y sí, mucha suerte, para que gustes por tu físico para el papel, por tu audición, porque alguien te conoce y te recomendó con alguien más o te sugirió”, cuenta Regina al otro lado del auricular, desde Los Angeles.
Ahí fue donde se entrevistó con Barry Jenkins, el director de Moonlight, en el verano del 2017, luego de que conversaron por Skype, él en Montreal, ella en La Riviera Maya. Dejó un par de horas sus vacaciones para conectarse a una charla que la dejó extenuada, pero enriquecida, sin reparar en el éxito que le traería haberle dado el sí.
“Quien diga que en esta vida solo basta el talento, pues sí, puede hablar porque así lo ha experimentado, pero hasta para un doctor, sumamente bueno, necesita tener el temple y la suerte de llegar con los directivos del mejor hospital para destacar. Hay miles de obstáculos. Y yo te puedo mencionar a un compañero que tenía en la universidad, era el mejor para hacer aeromodelismo en sus ratos libres, hacía unas maquetas fabulosas, de premio. Y se dedica a la veterinaria. Siempre me dijo que su talento con las maquetas se acabaría con la presión de una entrega o con los gritos de un cliente histérico. Es talento, y muy aprovechado en otra área”, explica, muy convencida y decidida.
Pero antes de todo el revuelo tras el Globo de Oro y el Oscar, Regina King ya tenía un nombre en la industria de Hollywood, sobre todo, como una estrella entre la comunidad afroestadounidense. En el marco internacional le hacía falta barniz de “famosa” para ganarse espacios y tiempos. Ya lo consiguió.
“En un futuro no muy lejano me veo dirigiendo de tiempo completo, sí, al mando de todo, porque me gusta, porque quiero enseñarles a las nuevas generaciones que la vida es frente a una cámara, no para una foto para sus redes sociales”
De 48 años, apenas cumplidos en enero, ha destacado en dos géneros que para ella son parte de su formación histriónica: el drama y el suspenso. Más que el drama, que sí lo ha hecho, como en Ray o Enemy of the State, había figurado en papeles secundarios en las secuelas de Miss Simpatía y Legalmente Rubia y en entregas hechas para reír como Down to Earth, con Chris Rock; Year of the Dog, con Laura Dern, o Daddy Day Care, con Eddie Murphy.
En televisión consiguió más penetración, especialmente con series calificadas como “para familias adultas”, ya que hizo papeles en Leap of Faith, The Boondocks, 24 y The Strain. Con American Crime, en sus tres temporadas, entró a las grandes ligas que incluyen atención de críticos y fanáticos de la pantalla chica y que le dieron dos Emmys. Y con su estelar en la ya cancelada serie Seven Seconds obtuvo su tercer Emmy.
“Mi madre era maestra y mi padre electricista. Desde que terminamos la preparatoria, mi hermana (Reina), que es mejor, y yo, salimos con que queríamos ser actrices y ellos pusieron el grito en el cielo. Nos querían estudiadas en algo formal, como leyes, medicina, algo más ‘sustancioso’. Nos dejaron hacerlo, pero fue un camino muy difícil porque ¿cómo convences a un padre de que una carrera inestable te da estabilidad y felicidad? Es un volado. Los dos nos permitieron ser felices. Mi hermana ya no se dedica a esto, pero ambas somos muy felices”.
Encantada con la trayectoria que tiene como profesionista, Regina King asegura que luego de la experiencia del Oscar vuelve a las audiciones, a las entrevistas con productores, a las cenas con colegas para hablar de lo que sucede en el circuito. No se puede dormir en un espejismo, que parecería un oasis, pero que a final de cuentas fue una experiencia y, a lo que sigue.
“Jamás hay que dejar de prepararnos, siempre hay que estar al tanto de todo: negocios, técnicas de actuación, cursos en línea… de todo. Me encanta saber qué profesores dan cátedra o qué maestros ofrecen conferencias para aprender”.
Este 2019 estará en la versión televisiva de Watchmen como Angela Abar, y un filme llamado All the Way With You, además de continuar con las clases de actuación que toma para estar al tanto de lo que acontece entre profesorado y alumnado. Ya no se diga una de sus grandes pasiones: dirigir. Sí, ya lo ha hecho en series como Scandal, Pitch, This Is Us, The Good Doctor e Insecure. “En un futuro no muy lejano me veo dirigiendo de tiempo completo, sí, al mando de todo, porque me gusta, porque quiero transmitir lo que he aprendido a las nuevas generaciones y, sin darles puntapiés, o coscorrones, enseñarles que la vida es frente a una cámara, no para una foto para sus redes sociales”.