Gabriel es un viajero del mundo y del espíritu. Vivió 15 años en Arabia Saudita, país en donde construyó los palacios de un príncipe árabe. “Los mexicanos somos muy chingones. Así de sencillo”, me comenta cuando le pregunto acerca de los retos que le representó trabajar en un país del Oriente Medio. Gabriel siempre integró diseño mexicano a los fascinantes proyectos que construyó rodeados de dunas anaranjadas; maestros mexicanos que viajaron con él se integraron a un equipo con gente de Pakistán, Afganistán, Bangladesh, India, Egipto, Yemen, Sudán y Líbano. El trabajo en equipo –la conciencia colectiva–, lo destaca Gabriel como uno de sus más altos valores.

“QUERÍA ESTAR EN MI MÉXICO…”

La tierra siempre llama. Sobre todo cuando se emprenden viajes –físicos o espirituales–. Tras vivir en Arabia Saudita por 15 años, Gabriel vuelve a México buscando raíz, estabilidad. Con el cuerpo en su país natal y el corazón contento, Gabriel se dio tiempo para contemplar y trabajar en su obra plástica. Desde niño le gustaba el arte, quizá porque muy joven despertó a su espiritualidad; es decir, al entendimiento del otro, o viceversa. La espiritualidad, dice Gabriel, “es una conexión de uno mismo con la energía creadora del universo, el Dios en el que nos refugiamos para pedir o dar gracias de la vida que tenemos y las lecciones que aprendemos; es la conciencia colectiva que nos ayuda a entender la importancia del trabajo en equipo por un bien común”. La conciencia, según los budistas, es creativa. Las acciones reactivas responden siempre a estados mentales negativos: ira, odio, ignorancia; la creatividad, en cambio, responde a una mente consciente. Por eso el arte es la expresión humana más elevada:

“La evolución de la humanidad es el arte en sí. Cuando el hombre es consciente de sí y da cuenta de su necesidad de trascendencia, todo lo vuelve arte”, afirma.

Fuertemente influenciada por Platón y el despertar tras salir de la caverna, la colección de Gabriel ‘El Origen’, hecha con huevos de avestruz intervenidos, gira en torno del mundo de las ideas: “No podemos dejar a las ideas guardadas en la mente, hay que sacarlas y desarrollarlas, porque así es como la humanidad evoluciona. No puedes tener a la gente idiotizada viendo programas televisivos.” Arte objeto, fotografía digital e intervenida y estampados corporales componen hasta ahora el corpus de este artista, cuyo propio camino espiritual lo ha convertido también en speaker.

GABRIEL NO TEME DESNUDARSE…

Ni literal ni metafóricamente. Él mismo protagoniza su colección de fotografía de desnudo ‘Nudity as a costume’, pero además se atreve a compartir, a mostrarse, a sentir. Quizá por eso trabaja con los sentimientos de la gente que en sus conferencias o talleres no duda en acercarse.

“Trabajar con tanta gente me ha enseñado que el dolor de cada quien es importante. Nadie puede decir que un dolor es menor que el otro”, cuenta Gabriel y se conmueve, hasta quebrársele la voz, cuando habla de las injusticias en que vio sumido a México cuando volvió. Y es que Gabriel no es ajeno a su tiempo:

“Hay tanta soledad, que muchos pretenden llenarla con cosas que creemos necesitar sin entender que la felicidad está dentro de uno mismo y nunca será llenada por ninguna adicción”.